martes, 8 de junio de 2010

Vida artificial: ¿Es o no es?

Continúa el debate entorno a la polémica investigación de Craig Venter

La bacteria Mycoplasma mycoides es un agente infeccioso del ganado. Pero en estos días su prestigio ha crecido de forma desproporcionada gracias a su participación en lo que fue calificada por los medios –de forma un tanto apresurada- como “la creación de vida artificial”.

Tal descubrimiento estuvo encabezado por el reconocido científico Craig Venter, un viejo conocido en la materia. El estadounidense fue uno de los primeros en generar la secuencia del ADN humano. En esta ocasión, fue el mismo bioquímico quien explicó en los últimos días de mayo, en una publicación en la revista Science, en qué consistía la novedosa técnica en la que trabajó en los últimos quince años junto a sus veinticuatro colaboradores.

El experimento ya es famoso. Consistió en replicar en el laboratorio el conjunto de genes de la bacteria para, una vez alterado, colocarlo en otra “parecida”, pero distinta –mismo género, distinta especie-: la Mycoplasma capricolum. A ésta, antes de recibir al nuevo genoma, se le retiró la mayoría de su propia información genética. El nuevo contenido genómico pasó a controlar a la Mycoplasma capricolum, que empezó a producir las proteínas que el ADN trasplantado le pedía.

Una vez entendido el procedimiento, es fácil ver que las conclusiones que hablan de una “creación de vida” son un tanto precipitadas. Si bien el exitoso experimento significó un gran paso para la ciencia, no supuso semejante salto. Porque se trató de una modificación –compleja, eso seguro, pero modificación al fin- y no de una invención donde antes no había nada.

Aunque la célula modificada es casi una copia de una bacteria natural –lo que hace que no tenga valor en sí misma-, la importancia de esta innovación tiene que ver con las puertas que abre. Alcanzada la primera célula de este tipo, los investigadores pueden arremeter contra su verdadero objetivo: instalar en una bacteria un genoma elaborado en un laboratorio que le ordene realizar trabajos de utilidad para el ser humano.

En este marco es que los científicos sueñan con bacterias capaces de servir como vacunas; microorganismos que se puedan usar para crear ingredientes alimentarios; o incluso algas unicelulares que atrapen el dióxido de carbono y generen biocombustibles.

Y parece que las empresas petroleras creen que estos objetivos no son un delirio de la ciencia. Es así como Synthetic Genomics –la empresa fundada por Venter que financió la investigación- ya firmó un contrato de seiscientos millones de dólares con la petrolera estadounidense Exxon Mobil.

Muy distinta es la postura de algunos colegas científicos de Venter. Entre los que cuestionan la investigación está Pat Mooney, director del ETC Group (organismo internacional privado de control de las tecnologías). En un comunicado Mooney establece los riesgos: “las formas de vida creadas en laboratorio pueden convertirse en armas biológicas y amenazar también la biodiversidad natural”.

Fuentes: Clarín, Página 12, El País de Madrid

No hay comentarios:

Publicar un comentario