lunes, 1 de agosto de 2011

Las otras, Ellas

Un acercamiento a la realidad afrouruguaya a través de los ojos de Leticia Rodríguez Taborda

“Quien lee de historia, mal o bien, tiene la panza llena, o medio llena, y ya creció; pertenece a una generación que no es la más joven de todas y tampoco es niño. Porque, mayoritariamente, el afrodescendiente es muy pobre; pocos leen, porque la lucha por la sobrevivencia ocupa mucho tiempo vivencial”.

Semejante reflexión pertenece al Medio de Difusión Afrodescendiente Ruda y Chocolate, y es parte de un texto más amplio, “Yo soy Ansina”. Como muchas de las más de 25 organizaciones del movimiento afro que trabajan en Uruguay, el nombre de esta revista responde a un símbolo profundo. La ruda con chocolate, hierba conocida por sus efectos abortivos, hace referencia a la forma en la que esta comunidad intenta recuperar su memoria histórica. Y Ansina, el renombrado negro que acompañó al prócer José Gervasio Artigas durante el proceso revolucionario, es su mejor bandera.

No porque le haya cebado mate al héroe nacional, tal como lo ilustran algunas estampillas, sino, precisamente, por esa misma “confusión” en la narración de la historia que los afros intentan reescribir. Empezando nada más y nada menos que por el nombre. Ansina nunca fue Ansina, sino Joaquín Lencina, y tampoco fue el sirviente de Artigas, sino su compañero. Tampoco estuvo solo. Encarnación Benítez, Soledad Cruz, Joaquín Ledesma y muchos otros negros contribuyeron en la construcción de la independencia uruguaya. Y merecen no solo que la historia los reconozca, sino que les dé el lugar que les corresponde.

Estas y otras reivindicaciones brotan de la boca de Leticia Rodríguez con la misma naturalidad con la que respira. “Que cerca del 10% de la población uruguaya es afrodescendiente -nada menos que 300.000 personas-, que casi un 80% de los jugadores de fútbol de las selecciones del mundo son de ascendencia negra, que tantísimas hierbas y medicinas de las que hoy tanto dependemos se las debemos a ancestros africanos”… y así, miles. Ninguna en tono de reproche, incluso frente a la directora del Museo Nacional Histórico Ariadna Islas, a quien le afirma tranquila y segura- y respetuosa- que el acerbo de la exhibición tiene una deuda con su comunidad.

Con 29 años, Leticia es una persona muy difícil de encasillar. Productora audiovisual, escritora y gestora cultural de la Casa de la Cultura Afrouruguaya; estudió en Israel y España, pero empezó en la Facultad de Derecho de la Universidad de la República, donde alcanzó el título de Procuradora.

Fue trabajando en Extensión Universitaria como viajó, en el 2000, hasta Bella Unión, el punto más al norte del país. “Allí me encuentro con que había una gran población afro-indígena en una situación muy marginal, y empiezo a entender un poco más las dinámicas de cómo se ha dado la cuestión de la pobreza en nuestro país, de una forma amplia, vinculado más que nada con la etnicidad”, declara. Y así, sin pensarlo, termina adentrándose de lleno en la problemática de los negros: “Es a partir de ahí que se me empieza a despertar un bichitio en el estudio de las prácticas afrodescendientes”.

Dejó entonces la Facultad de Derecho y estudió cooperativismo. A partir de ese momento, los objetivos de Leticia no conocieron límites.

La chica humilde de Carrasco Norte, de una familia “sumamente pobre, pero bien formada”, con una madre con estudios en arquitectura y un padre con formación en chapa y pintura, se fue a España en 2008 a estudiar Cooperativismo Artístico –entendiéndolo como el gran legado que podía trabajar en Uruguay-. De ahí a Israel a estudiar derechos humanos y el prejuicio. Para cuando volvió a Uruguay, Rodríguez ya sabía muy bien qué quería hacer con todo eso.

Hoy reparte su tiempo entre la producción y edición del boletín de la Casa de la Cultura Afrouruguaya “Generando un nuevo pensamiento”, ávida promotora de toda actividad en defensa de la tradición negra reparte folletos del próximo Día de la Trabajadora Doméstica este 19 de agosto, o pegatinas del Año Internacional de los Afrodescendientes este 2011, mientras trabaja en la Intendencia de Montevideo. Su reivindicación de la tradición se une con su ánimo de emprender y saca adelante “Tango de ayer y de hoy” donde en un transporte de pasajeros especialmente acondicionado recrea la época de antaño en un viaje hasta la milonga. Su pasión: su documental “Las Otras, Nosotras” –que permanece en la etapa de producción por la dificultad de encontrar fondos-, donde narra en primera persona el drama de la mujer afrouruguaya moderna.

Leticia le adjudica a su entorno –su familia, su abuela, sus tías- su insaciable interés por adentrarse en el mundo afro. Porque, explica, en su casa tenían un gran desarrollo de la conciencia de cómo asimilar todo el proceso de la discriminación racial que habían sufrido; sobre todo su mamá, que tiene mucha más cantidad de “mujer afro” que su papá, que es más mestizo.

Sea como fuere, Rodríguez, que admite haberse encontrado más de una vez con algún interlocutor “distraído” que, con inocencia, le dijo “ay, pero tú no sos tan negra”, se dedica por entero y como pocos a una causa que no conoce de réditos económicos pero le da una razón para levantarse por las mañanas.

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