miércoles, 25 de mayo de 2011

Mis amigos Adrian, Ariel, Nico y Lola


El "viajero de hostel" es especial. No suele saber a dónde va, por cuánto tiempo o, sencillamente, dónde está.

Ideal para que una estudiante de Comunicación le interrumpa el desayuno ofreciéndole sus precarios servicios de guía turística a cambio de sacarle un par de fotografías siendo eso que es, un turista. Así llegué al Hostel El viajero, en la Ciudad Vieja. Los que se desperezaban entre sorbos de café eran Adrian -así, sin tilde, porque es en inglés-, Ariel, Nicolás y Lola. De Australia el primero, Argentina los dos que le siguen y francesa la última.

Claro, encantados, of course.

Y salimos a "conocer Montevideo". ¿A dónde ir teniendo algunos -Lola- solo un par de horas que matar antes de tomarse el ómnibus a Colonia? Primero, a la lavandería, a encargarse de los "trastos sucios" que arrastran desde Brasil o Argentina o Chile, dependiendo del caso. Y, estando ya en la calle Andes, ¿cómo no seguir bajando hasta la rambla? Ahí hicimos un par de cuadras más, hablando del problema global de la educación, los gobiernos de derechas e izquierdas y la costumbre rioplatense del piropo, teniendo como únicos testigos a las gaviotas -a esa hora, esa altura de la rambla está desierta-. Acortamos camino por la calle Colón, adentrándonos en el barrio Palermo Sur, con sus murales candomberos. Unos pocos pasos más y la Policía turística nos obligaba a esconder las cámaras, "por precaución". Y sin darnos cuenta estábamos en la entrada del Mercado del Puerto, clásico de clásicos. Y se hicieron las 12 y me tuve que ir a marcar tarjeta.

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