viernes, 16 de marzo de 2012

La sugerencia del siglo


El título es tan insinuante, Losing my religión. Bueno, al menos para mí. Como a la ligera, habla de dos cosas gigantes: la religión y la pérdida. Y juntas, son dinamita.

Pero Michael Stipe, el vocalista de la banda, adjudica el nombre a una expresión mucho más vulgar, más terrenal. Parece que en el sur de Estados Unidos hablan de “perder la religión” como una forma de decir “no doy más”. Esa sensación de tener el agua hasta el cuello, por así decirlo. Y sí, sentirse desbordado es bastante desagradable. Pero, ¿tanto como para hablar de religión? Todavía más, ¿de perderla?

En palabras de Stipe, el tema va del amor no correspondido. Él mismo le dijo a la revista Q: “es simplemente una clásica canción pop sobre la obsesión. Siempre he creído que las mejores canciones son las que cualquiera puede escuchar, ponerse en ese lugar y decir ‘Sí, ese soy yo’”. Poco y nada de dioses, cielos e infiernos. Pero algo es algo. El guitarrista, Peter Buck, ve la melodía como “un puñado de cosas que eran yo aprendiendo a tocar la mandolina”.

El vídeo de la canción, con todo, se acerca un poco a una realidad más lejana. El concepto está basado en la historia breve Un señor muy viejo con unas alas enormes, de Gabriel García Márquez. En el cuento -dicen, porque yo no lo leí-, un ángel cae del cielo y alguna gente perversa hace plata cuando lo muestra enjaulado, como un fenómeno de circo. Mientras, en el vídeo pululan las imágenes que refieren a diferentes religiones. Y, de tanto en tanto, aparece el ángel.

Del amor no correspondido a una mandolina a un espíritu celeste.

Entonces, ¿qué queda de la religión? Porque la música, como todo arte, se puede tomar las licencias que quiera. Hasta la de usar las palabras para decir cualquier cosa, menos lo que éstas fueron concebidas para decir.

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