viernes, 9 de marzo de 2012

Fantasmas

Katsumi Suzuki tiene 72 años y anda en silla de ruedas. Cuando el 11 de marzo de 2011 las corrientes del maremoto que azotó las costas de Japón llegaron hasta el segundo piso de su casa de Haramachi, el agua le alcanzó hasta el cuello. Y el cuerpo le quedó empapado.

Su historia la cuenta Denis Rouvre en su especial Caras del tsunami, que publicó la revista de The New York Times. Y, como la de tantos, hoy, para muchos, no es más que una anécdota lejana.

Con el testimonio de Suzuki se puede leer una reflexión de Kohei Itami, el dueño del pensativo semblante de la fotografía. “No se puede apurar a las cosas para que mejoren. Trato de no pensar en el futuro. Me cuido cada día”, manifiesta el nipón de 77 años. Parece que el agua no vino sola para Itami.

Casi 20 mil muertos y desaparecidos, más de trescientos mil desplazados, cerca de 16 millones de toneladas de barro y otras 22 millones de toneladas de escombros: son solo parte del saldo de una tarde que a Japón le va a costar olvidar.

Ayer en Fukushima 580 policías, bomberos y pescadores buscaban a los más desafortunados que todavía integran la larga lista de desaparecidos.

Y todo mientras el mundo pasa por al lado.

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