viernes, 20 de abril de 2012

Sobre el amplio mundo de las telarañas (o WWW)

A veces, no tener internet es lo mejor que te puede pasar. Incluso ese día que tenés que transferir 17 balances y 29 reportes. Ese día que es de vida o muerte entregar la versión final de la versión final después de tres o cuatro prórrogas. También ahí.

Ahh, internet… la conciencia gigante. Se nos llevó las excusas y, con ellas, la creatividad. En su lugar, nos pasó por arriba un alud de nuevos términos -que no te cansas de agregar al corrector del Word- o de viejos, con extrañas significaciones -donde “conectarse” ya no se refiere a cosas, menos aún a personas, sino que el objeto de la conexión es, para la media, el aire porque, ¿qué es en realidad internet?-.

En los salones de clase se acabaron los “no encontré esa definición por ningún lado” –¿no me digas que seguís teniendo un diccionario? Que tierno-; “pero en clase Ud. dijo…” –¡si en la web todo queda peor que tallado en piedra!- y el gran “que la ardilla de la tía del vecino…” –ya está, se terminó la infancia como la conocimos todos los demás-.

Ahora ni nos sirve cuando no está. Porque, cuando apagas la PC, si es que sos de darle al “off”, siempre hay quienes aseguran que lo mejor es tenerla prendida in eternum, que hasta consume menos energía, porque lo que mata es prenderla y apagarla, prenderla y apagarla, y otra vez –siempre quise corroborar este dato con algún experto en ingeniería eléctrica o, por lo menos, con alguien que pagué la tarifa de UTE-. En fin, cuando se extingue el ruido del procesador del año 20’ de la computadora que tu madre insiste en formatear porque un técnico del Gallito Luis le dijo: “Esta es la tecnología que usa Bill Gates”, y después le cobró el arreglo más caro que lo que cuesta una flamante Ipad 105. Es ahí cuando te empieza aturdir otra voz. Habla bajito, pero está -¿quizá estuvo todo el tiempo? Nunca lo sabremos, el bullicio del procesador adormece los sentidos, hasta la memoria-. Te dice cosas extrañas, como que no todo se soluciona con un "email", un "inbox" o un "direct message". Capaz, te sugiere, lo mejor es que levantes el tubo -del teléfono, esa caja con números que cuando la agarras del mango hace bip, bip, bip- y escuches a alguien más. O que vayas a verlo, insiste.

Ojalá le hagas caso.

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